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El desmantelamiento del Hospital de Jarrio y "Cangas"

El equipamiento se perderá por la falta de recursos humanos

Lne.es
 

M. BEDIA ALONSO EX ALCALDE DE NAVIA POR EL PP Se decía -y se dice- «se tiene más moral que el Alcoyano», digo yo de Santolaya y Santacatalina. A mí, como al Alcoyano, la moral no me falta, por eso sigo peleándome en la desigual batalla por la pérdida de algo tan necesario para la población noroccidental como es el Hospital Comarcal de Jarrio, hoy en fase de desmantelamiento asistencial y que representará para nosotros, para nuestra comarca, la pérdida del equipamiento social como se concibió y funcionó durante unos años. Esta pérdida es la consecuencia de no cubrir la falta de recursos humanos en los distintos niveles profesionales de servicios hospitalarios y que, en algunos casos, se pone puente de plata para la salida de ellos a otros centros hospitalarios, incluso en comisión de servicios.

Toda persona con compromiso político y ciudadano debe denunciarlo, aunque tenga una sensación de hastío por la falta de inquietud en la clase política, local y regional, y a que la mayoría de los medios de comunicación no se haga eco de la situación y no coadyuve al rechazo y rectificación de la actual política hospitalaria en el Occidente, responsabilidad del Gobierno regional. Lamentable es el protagonismo adquirido por una minúscula parte de funcionarios públicos que confunden esa condición con su adscripción política y de servidumbre partidista, posiblemente porque su aura está más en consonancia con los logros desde la política que desde el servicio a los ciudadanos como deber, teniendo ellos una gran responsabilidad en la mentira que se divulga desde la institución.

Las razones que tenía las mantengo totalmente: no sólo se fue perdiendo calidad en las prestaciones, sino que éstas se han ido mermando por falta de profesionales que mantenían una credibilidad y una confianza para el usuario que hoy no hay. Es una vergüenza comprobar cómo se manda a otros hospitales a la mayoría de los ingresados o éstos ya exigen el pase a otros centros, especialmente para intervenciones quirúrgicas, o ver cómo los profesionales con autoestima piden traslados masivamente por no soportar el deterioro que se vive en el centro hospitalario. Como dice un bien conocido doctor, «esto nunca ha estado tan mal, tan desordenado como lo está ahora y ahí está: es el origen de las peticiones de traslado». El futuro es muy preocupante, pues esas plazas no serán cubiertas, como viene siendo habitual. La alarma social no está en mis denuncias, está en lo que cotidianamente ocurre en el centro.

Lo cierto es que la situación sanitaria para el Occidente se está llevando a efecto por un Gobierno del partido que se autoproclama referente de los derechos sociales de la ciudadanía, que crea leyes determinantes en los avances sociales y que, después, o no las cubre presupuestariamente o va disminuyendo la calidad asistencial de otras, como sucede con el Hospital de Jarrio. Esta política para el Occidente perjudica, evidentemente, a las familias más vulnerables y alejadas del centro de Asturias, llevándolas a gastos y a situaciones penosas e incluso a sentirse justamente indefensas ante estas acciones. Se exigen a otras administraciones políticas de solidaridad interterritorial y nos encontramos con que somos nosotros quienes no las cumplimos en nuestro territorio al crear un mundo de desigualdades, muy evidente al comparar el área central con la del Occidente

El despilfarro y la falta de criterio son notables. La política sanitaria seguida en el Hospital de Jarrio no es algo aislado en el Occidente y está teniendo una puesta en escena en otras localidades cabeceras comarcales. Del Hospital de Jarrio se habla por los equipos rectores como de pionero en programas sanitarios y se dice pervirtiendo el verdadero sentido del lenguaje. La realidad de las políticas y programas pioneros está, evidentemente, reflejada en la política de desmantelamiento que ahora aplican en otras cabeceras de comarca: la verdad es que fuimos los cobayas en el tanteo o pulso de la reforma, ahora siguen Luarca y Cangas del Narcea.

En Luarca se crea un ambulatorio general, más dos secciones especificas: psiquiatría para ocho residentes y rehabilitación psicomotora. El servicio de psiquiatría está cerrado y se justifica por la falta de «catering», cuestión ésta difícil de aceptar; lo que sucede es que no hay voluntad de que las cosas funcionen y se les aplica un criterio de economía por anulación del gasto en perjuicio de un servicio importante por necesario. Pero el servicio de rehabilitación, con 400 metros cuadrados de planta y un equipamiento moderno, está también cerrado y hubo incluso intentos para sacar los aparatos, lo que no se hizo para evitar escándalo y el amotinamiento de los vecinos de Valdés. Aquí no es necesario el servicio de «catering», pero más de lo mismo: economía por amortización de facto de los servicios. ¿Cuál fue el criterio para la implantación de este ambulatorio?

En Cangas del Nancea se va también al desmantelamiento del hospital. Es algo en marcha siguiendo el esquema de Jarrio. Se ubicará dentro del hospital el centro de salud. Evidentemente, se pretende achicar el espacio hospitalario, reducir los servicios y, en definitiva, ir desactivando servicios hospitalarios. De siempre con problemas, así se resuelven todos y nuevamente se va a las políticas economicistas, claramente al margen del interés general de la población y de la igualdad de derechos, sin sensibilidad social y humana, aunque la retórica, cargada de falsedad, vaya por un lado, y la verdad cierta por otro. En Jarrio y Cangas quedaran urgencias como centro de distribución, terminales, y algunos diagnósticos benignos porque los accidentes, en general, ya no son a cargo del hospital, que se resarce de gastos mediante facturación a mutuas y aseguradoras.

Lo que sí resulta esperpéntico es que se hayan expropiado recientemente terrenos para un centro de salud para Cangas, seguramente contra la voluntad de la propiedad, y ahora queden sin la ocupación para el fin que motivó su expropiación, lo que nos dice de las previsiones y planificación de la sanidad asturiana. Posiblemente, eso sí, el propietario expropiado pueda pedir ahora la reversión. No obstante, la posible subsanación legal de indudables perjuicios no debe ocultar la desconsideración con los habitantes del Occidente, narcotizados por los partidos, las influencias, los medios de comunicación y, sobre todo, porque en las zonas rurales todos nos mostramos un poco sumisos ante los servicios y las instituciones, porque allí hemos de ir y nos encontramos con personas que nos confunden; los miedos, los conocidos, la amistad o un sentido sutil de buscar un buen trato que por derecho no merecemos.

Ante tanto despropósito uno se pregunta cuál es el criterio que se siguió para la planificación hospitalaria de Asturias. ¿Era necesario el nuevo HUCA o ha sido una decisión megalómana, cuando, debidamente reformado, el actual complejo hubiera sido más racional? ¿No está condicionado ahora y para un largo plazo el futuro de la sanidad por unas inversiones posiblemente desproporcionadas en el HUCA y su descontrol en el gasto junto a otras obras difícilmente justificables medioambiental y socialmente y con futuro? ¿No es errónea esta política hospitalaria para las alas? ¿No está unida esta decisión con el proyecto de Ciudad Asturias que tanto le gusta al actual Gobierno regional? ¿El nuevo HUCA, y su localización, no es una concesión a los intereses, los localismos y a los «barones hospitalarios», sin pararse en los desequilibrios en la igualdad de derechos de los ciudadanos de la Asturias región. El señor presidente ya sabe lo que pienso, a más, sobre la ubicación del actual HUCA; sólo diré que creo que ha sido un atropello sobre un espacio cargado de historia de dolor que merecía otro tratamiento.

Que los políticos autonómicos son insensibles a esta situación es para mí una constante y palmaria realidad. Los que gobiernan tienen su proyecto y lo defienden como partido hasta donde sea necesario, en aras de sus veleidades e intereses. La oposición está, igualmente, a lo suyo, y el colmo es que para el presidente del partido mayoritario de la oposición su única prioridad está en buscar un puesto en Bruselas; para él, Asturias es el medio. Y a esta farsa lo grave es que sus dos avalistas lo consienten y lo apoyan, claro: una, a lo suyo, y el otro, en su pertinaz partida de envite llevada a la política, sin darse cuenta -unos y otros- que esto dispersa al electorado. Lo triste es que, por lo que vemos, el futuro contiene las mismas coordenadas, sin una pátina de sacrificio y buen hacer.

 

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